
A veces pasaba la noche entera ante un crucifijo
o ante el Santísimo Sacramento encomendando
la predicación que iba a hacer después a la
gente. Y los resultados eran formidables.
Los pecadores se convertían a montones.
A sus discípulos les decía: "Las almas se
ganan con las rodillas". A uno que le
preguntaba como hacer para lograr convertir
a alguna persona en cada sermón, le dijo:
"¿Y es que Ud. espera convertir en cada sermón a alguna persona?". "No, ¡eso no!", respondió el
otro. "Pues por eso es que no los convierte",
le dijo el santo, "porque para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se
conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!."
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