Llamado por los polacos como "el pacificador", fue el tercero de los trece hijos de Casimiro IV, rey de Polonia y de Isabel de Austria. Muy devoto desde la infancia, Casimiro se consagró a la oración y penitencia, rechazando toda blandura consigo mismo. Casimiro vivía siempre en la presencia de Dios y era tranquilo, alegre y simpático a todos. Su amor a Dios se traducía en amor a los pobres, que son miembros de Cristo.
Dice la palabra de Dios: <<Señor, acuerdarte de mí cuando estes en tu reino; Hoy estarás conmigo en el Paraíso>> (Lc 23,42-43).
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